La libertad es un término utilizado, discutido y trastocado en todas las obras filosóficas, literarias, políticas y sociales. Así mismo es un término utilizado por agrupaciones que se presentan como revolucionarias, y desde sectores ideológicos opuestos que incluso desde sectores ideológicos totalmente opuestos. Nunca antes una palabra había generado tanta sensación en el hombre moderno, ni ha causado los estragos más inimaginables del mundo. Todas las ideologías como el liberalismo, el socialismo, el marxismo, el progresismo o el mismo conservatismo aspiran a defender la libertad. Sin embargo, ninguno está dispuesto a definirla con la profundidad que merece el concepto, ni muchos menos a replantear sus grandes contradicciones.
Con bastante claridad lo señalaba el filósofo Isaiah Berlin en su obra “La traición de la libertad”, que la negación de la libertad en la filosofía moderna va desde Fichte y Rousseau hasta Hegel y Saint-Simon: “...todos analizaron el problema de la libertad humana, y todos, salvo tal vez Maistre, afirmaron que estaban a favor de ella […], sin embargo, es un hecho peculiar que a la postre sus doctrinas son adversas a lo que normalmente se entiende por libertad individual o libertad política. (2004)”. Analicemos primero los conceptos o definiciones que han dado cada uno de los pensadores modernos y luego evaluemos el término para tener una claridad conceptual de sus alcances.
Para el filósofo más importante de la modernidad, Inmanuel Kant, la libertad es una propiedad de la voluntad en los seres vivos como acto de causalidad y por tanto es radical. Entendemos por voluntad como la capacidad de establecer fines. En palabras de este autor: “...La voluntad es en todas las acciones una ley para sí misma. Todo ser racional que tiene una voluntad también hemos de otorgarle necesariamente aquella libertad bajo la cual obra”. Lo anterior significa que el fundamento de la libertad para Kant, es la autonomía o autolegislación de la voluntad en sí misma, que conlleva por supuesto a la autodeterminación individual de la persona o el sujeto. Es una libertad radical porque el sujeto se opone a toda naturaleza y autoridad externa. Remata nuestro autor diciendo: “...es lícito a cada uno buscar su felicidad por el camino que mejor le parezca, siempre y cuando no cause perjuicio a la libertad de los demás para pretender un fin semejante”. Finalmente, esta es una conclusión muy enmarcada dentro del plano de la razón práctica, es decir, del liberalismo moderno; mi libertad va hasta donde llegue la del vecino.
Ahora bien, llevando un poco más a fondo la anterior tesis kantiana aparece otro gran pensador llamado Friedrich Hegel con su postura de la libertad absoluta. Expresa el autor: “...La libertad de la voluntad es la libertad en general, y todas las otras libertades son otros modos de aquella”. La voluntad para Hegel es el camino o la ruta ya no solo de la autodeterminación o la autonomía del sujeto individual con su razón pensante (idea), como lo señalaba Kant son su libertad radical, sino que debe tener un fin u objetivo hacia la realización o búsqueda de la libertad como una realidad externa. Hegel concibe la libertad no solo como influjo infinito del Yo, sino también como algo que se debe alcanzar. Donde no solo la razón actúa de forma dialéctica en sí misma, sino que se concatena el sujeto y el objeto creando una unidad de identidad, que es la realización del espíritu absoluto, que no es más que la autorrealización de la libertad del hombre como ser histórico.
En ambos autores la libertad se entiende como un fin mayor, como un objetivo supremo o una meta total, que hasta incluso dentro de su propio cuerpo teórico, esté componente termina siendo determinante o base de sus escritos. No solo ello, la libertad radical de Kant que teorizó unos años antes, desemboca directamente en los eventos políticos de la revolución francesa de 1789 junto con las proclamas de libertad, igualdad y fraternidad. En Hegel, la repercusión de este evento, tendría una particular celebración en sus épocas de juventud y luego en una edad madura denunciará los extremos del terror jacobino. Sin embargo, a partir de este hecho, Hegel sigue defendiendo la libertad del espíritu como forma de la unidad racional de un pueblo y con ello justifica la dominación o la opresión como algo necesario para la continuidad de la misma revolución.
Todo lo anterior es analizado por el ideólogo Karl Marx para quien las tesis de Hegel son acertadas y de hecho absorbe sus postulados. Esto significa que mientras para Hegel, el proceso del pensamiento, la razón o la idea es la realización del espíritu absoluto que es la libertad, para Marx por el contrario la idea o el pensamiento no es más que una manifestación de las condiciones materiales del hombre y por consiguiente la libertad debe ser medible en términos de tiempo donde se reduzca el trabajo. Lo expresa Marx de la siguiente manera: “El verdadero ahorro en la economía consiste en el ahorro del tiempo de trabajo…El ahorro del tiempo de trabajo es el incremento del tiempo libre, es decir, del tiempo para el desarrollo pleno del individuo”. En consecuencia Marx propugna por una emancipación total. Por eso el socialismo lucha por una sociedad en la cual la medida de riqueza social y la existencia del individuo NO sea en cuanto al trabajo sino al tiempo libre.
La visión paranoica sobre el trabajo y la vida, derivada del marxismo fue el detonante de las peores tragedias humanas experimentadas en la historia. Por ende, la elevación de la libertad a una categoría de carácter ideológico sin ningún tipo de sustento moral o sin ninguna frontera epistemológico, deontólogica o conceptual, desprende completamente a la sociedad de su pasado, de nuestras creencias, de nuestras costumbres, de nuestra más profunda tradición. Es pretender construir un hombre nuevo de forma artificial, sintética, a la postre con características pseudo-divinas por la plena autodeterminación de sí mismo. Un ser autogobernado dentro de una mentira que cada día que transcurre es imposible de sostener.
El progresismo que emana de la postmodernidad, ya no solo quiere liberarse completamente, sino ahora quiere auto negarse, quiere relativizar todo cuanto encuentra su paso, ya que nada de lo que existe posee sustento sino es indefinido. Es absolutamente incrédulo. Porque para esta libertad, es permitible siempre hacer lo que le plazca al individuo. Como diría el filósofo Lyotard: “El sujeto es un sujeto concreto o supuestamente concreto, su epopeya es la de su emancipación con respecto a todo lo que le impide regirse por sí mismo”.
Finalmente es importante preguntarse: ¿Por qué todas las ideologías modernas defienden la libertad?. Porque la defensa de la libertad en sí misma como causa final conlleva a sublimarla, a endiosarla, a otorgarle características sobrenaturales que no le corresponden y porque la modernidad es la búsqueda de la emancipación permanente. Por ese motivo liberales, socialistas, comunistas y progresistas comparten una raíz común: querer aspirar a una suprema libertad. En la práctica, sin embargo lo que logran es imponer la peor de las tiranías: la anarquía.
